sábado, 29 de julio de 2017

Quiero

«Siete de abril»

Tus ojos están aquí, están a mi izquierda, a mi derecha, al frente, transversalmente. Tus labios. Tus pómulos. El olor a hoja libre, suelta. Los cabellos libres: naturales, vivos, ondulados. La canción suena. Estás brillando.

Te he vuelto a sentir aquí, aquí adentro, aquí afuera. 

Escucho tu voz, me dices adiós, cuídate, hola, hoy, ayer, equivocación, acierto. Me dices no. Me vuelves a decir no. Te escucho. Te siento. Estás cantando. Te escucho cantar. Veo que cantas.

Tus manos deambulan de tus labios a tu centro. Tus manos me tocaron alguna vez, las vuelvo a ver, pero ya no las siento, las he olvidado. He olvidado tu calor. Te veo. Te veo. Te veo. Quiero sentirte. 

Huir de ti. De mí. De ambos. Huir de esto que no significa unión.

lunes, 26 de diciembre de 2016

¡Yo lo maté, Miranda, yo lo maté!

«Cuento corto»

- Entonces, ¿qué más pasó?

Mi nombre no importa, en realidad jamás importó. No importa mi cuerpo, mi estado, mi ánimo, no importa en dónde estoy, no importa, si quiera, cómo acabé aquí, así. Sé que a nadie le importo. Ni siquiera a él le importé, tampoco le importaba a ella. Los dos se esfumaron cuando me pasó eso, se alejaron cuando pudieron, y ahora estoy aquí intentando ordenar todo. 

Un día, bueno, ese día, me habló y me dijo que los festejos por haber cerrado el Congreso estaban en todas partes, me dijo que las personas estaban adorando al Chino; y yo le dije que no había nada por festejar. Viridiana –tampoco importa su nombre- se acercó, me tomó de la mano y me dio un beso, y… Entonces fue cuando Antonio reaccionó. ¡Acababa de llegar, dios!, ¡no sabía que él estaba ahí!, ¡no sabía que él la amaba! Antonio, Antonio, ¡Antonio! Solo de él importa el nombre, ¡sí!, siempre importó solo el nombre de él. Cuando lo vi, reaccioné. Solté la mano de Viridiana porque estaba nerviosa, y me acerqué a saludarlo. El resto pasó rápidamente, aunque el tiempo psicológico fue de años luz. La habitación comenzó a girar, ¡yo comencé a girar!; ella parecía volar y, parecía también, mirarme desde lo alto con sus ojos grandes y limones; él seguía ahí, parado al lado de la mesa con el cuchillo en sus manos. Sí…, aún recuerdos los detalles. 

- Él tuvo un ataque. Le estaba faltando el aire y no podía moverse. Lo sé, ¿pero solo fue eso?, no lo creo, algo más tuvo que pasar. ¡Murió repentinamente!, ¡cielos!, eso no tiene explicación.

lunes, 28 de noviembre de 2016

Querido amigo Gonzalo

«Cuento corto»

Querido amigo Gonzalo,

El día ha muerto, pero te escribo desde los recovecos de mi conciencia. Desde los recovecos que intento estén alejados de materialismo y egolatría. Desde este fuego que cada conversación alimentaba en dudas, respuestas, dudas, enigmas, dudas, lucidez, dudas e idioteces.

Hoy te escribo porque mis días me piden que te escriba. Porque mi alma se acordó de aquellas palabras que tan gentilmente me regalaste aquella tarde en el café del parque central, o en aquellas conversaciones en la biblioteca, en tu esquina del segundo piso, como te gustaba llamarla. Hoy te escribo porque sé que pronto lo único que quedará de esta mezcolanza de carnes y huesos será solo idealismo.

Me muero, querido y lejano amigo. Me muero lento y por partes. Me muero. Pero ¿qué es la muerte? Con una sonrisa en el rostro, cínica, por supuesto, te confieso que estoy preparado. He vivido lo que tuve que vivir, he sonreído cuando mis días me lo permitieron, he llorado con firme sentimiento, y he amado con la firme convicción de que él es vida espiritual. Estoy preparado, eso sí, mas tengo miedo, contradicción, ¿verdad? Tengo miedo, sí. Pero el miedo es parte de nosotros, de nuestra fibra, de nuestras células, de nuestras causalidades. Tengo miedo porque esperaba lograr más de lo que ya he logrado porque, si bien, honrados amigos me aseguran que ha sido mucho, para mí sigue siendo ínfimo mi aporte. No importa. Tengo miedo, sí, pero qué grato es sentir miedo con la misma intensidad con la que festejas tu muerte.


martes, 10 de mayo de 2016

Han pasado cinco años, Miranda

«Cuento corto»

- Dime, ¿entonces jamás quisiste algo conmigo?
- No es, bueno, no fue eso. Es más complicado de lo que crees, es más… 
- Pasé tiempo esperando conversar contigo. No sabes la extrema paciencia que he tenido. Dime, entonces, por favor, qué fue lo que pasó.
- Es que fueron demasiadas cosas. Fueron mis padres, fue la universidad, fue la circunstancia, fueron… 
- Fuiste tú…
- Sí. También. Fui yo. Pero no creas que fue solo porque no quería algo contigo. También fue que jamás me permitiste ser tu amiga. Siempre intentaste tener, crear algo sin si quiera primero conocerme. 
- Sí te conocía, sí te conocía.
- No es verdad.
- Sí, sí lo es. Sabía que te gustaba razonar las cosas. Sabía que te encantaba leer, así como también los números. Eras creativa. Te encantaban las manualidades. Te gustaba bailar, te gustaba cantar… 
- Canto horrible.
- Eso es lo que crees, pero no. Además, no era solo eso. Eres una de las pocas personas que conozco que tiene muy fijas sus metas y que hace todo lo permisible para lograrlas. 
- Las personas harían hasta lo imposible, lo incorrecto. 
- ¡Pero tú eres diferente!, eres extraordinaria. 
- Lo dices porque estabas enamorado de mí.
- Es que… no es solo eso, Miranda. Eres tú sumada. Eres esa suma de extraordinarios aromas, texturas, colores.
- ¡Y de fallas!, ¡también de fallas! No soy perfecta. 
- ¡Pero como si lo fueras!
- Me idealizaste, ese era tu problema. Solo veías lo que querías ver, pero no la realidad. Si me hubieses conocido de verdad, lo habrías sabido. 
- No me permitiste conocerte como pretendías que te conozca.
- Tú no te acercaste.
- ¿Ese fue el problema?
- El problema fue que jamás me enamoré, Mario, jamás me diste la oportunidad. Siempre pretendiste que me enamore sin que haya un acercamiento mayor. ¡Caray, ni si quiera una amistad verdadera!
- ¿Jamás fui tu amigo?
- Sí, sí lo fuiste, pero…
- ¿Entonces qué?
- Es que… es que muy pocas veces hemos hablado en físico, de frente. Siempre fue por cartas. Así nos hemos conocido, así nos hemos engañado, así hemos creído que uno conocía al otro.
- Pero yo sí fui honesto. Tú me conocías como era en realidad.
- Solo una parte.
- ¿Pero siempre es así, no te das cuenta?
- No. Conocí la parte que quisiste que conozca. Si hubiésemos conversado en persona, habríamos sabido las reacciones de cada uno, los gestos, la verdadera reacción que se da en primera, no la premeditada, ¡dios! 
- No encontré otro modo, siempre me acobardaba. Cada vez que te veía, no sé, mi cuerpo tenía una reacción que me hacía temblar y alejarme, o estar a tu lado, con otras personas, y estar callado…
- Jamás eras esa persona risueña, alegre, pícara de tus cartas, eso me desconcertaba. No sabía si eras tú u otra persona con la que hablaba. 

miércoles, 20 de abril de 2016

...de ti

«Cuatro paredes»

Antes de ti, mi océano tenía límites; antes de ti, mis cabellos eran la combinación lacea del monte sin tierra; antes de ti, yo no era yo sino otro que intentaba ser materia viva. 

Cada vez que tu piel sienta la necesidad de que mis manos la toquen, deja que el viento baile con ella, yo le dejaré mi aroma para que cada poro en ella me sienta; cada vez que me quieras escuchar, acércate al mar y oye a las olas, yo estaré recitando entre cada golpe seco de agua en la tierra; cada vez que sientas que te hago falta, cierra los ojos: en la oscuridad observarás mi rostro pardo, verás nítidos mis ojos y labios, mas mi calor seguirá distante. Pero seguiré a tu lado, con el aire y el mar. Si quieres, también con la canción lenta del pasado, aquella que en una sola melodía podía hacer que nosotros, así, dispersos, seamos un solo cuerpo. 

sábado, 27 de febrero de 2016

Cuando te obnubilas

«Cuento corto»

Y entonces te preguntas qué fue lo que pasó, qué mierda pasó, en qué momento jodiste tu vida. Y, ah, piensas, recuerdas, sí, fue ahí. Calmado, descansado, sosegado, sí, fue ahí. Volteas -piensas, pero en realidad no es así- y observas tu pasado: ese camino, esa caricia, ese beso, ese gesto, esa palabra, ese adiós. Fin, piensas, se acabó ahí. Pero no, no lo puedes aceptar, no pudo acabar ahí, entonces, ¿cuándo?, ¿cómo?, ¿por qué? En realidad lo sabes, sí, lo sabes, pero bloqueas ese razonamiento porque te aterra llegar a la conclusión, te aterra pensar que, previsiblemente, tú tuviste la culpa. 

martes, 2 de febrero de 2016

...lo anterior

«Cuatro paredes»

Se extraña todo. Desde las asquerosas carpetas hasta las impolutas paredes.


¡Ah!

Las lágrimas no son más alegrías ni extensiones de este sentimiento que proclamaba mío, no, ya no, ahora son simples gotas, por ahí están, rodando. 

¡Ah!

lunes, 11 de enero de 2016

Setecientos años

«Cuento corto»

El periódico estaba en la mesa, se podían observar en algunas de sus hojas gotas de sudor del café que lo acompañaba, humeando y aromatizando el jardín, lo levantó y comenzó a leer algunos títulos y subtítulos, ¡cuánto tiempo ha pasado!, pensaba, sí, pasaron largos años, diez apenas eran un pestañeo; cien, un suspiro; setecientos, una lágrima. La imagen que acompañaba al primer título era escalofriante, es un decir, claro: muerte, asesinato, sangre, deliciosa y sucia sangre. Lo mismo de siempre, murmuraban sus labios mientras observaba la siguiente imagen, siempre lo mismo en estos malditos años. En sus ojos se podía nadar en aguas de cansancio, de dolor, de soledad, de muerte. Sus lágrimas, por el tiempo, terminaron esfumándose al instante mismo en que rosaban su piel canela y tercia, siempre tercia. Sus mejillas también denotaban cansancio, pero no años, no, en ella jamás los años que cargaba, y para comprobarlo solo debemos voltear y observar las fotografías que tiene, algunas en escalas de grises, junto a sus antiguos esposos: era la misma en cada fotografía, en cada vestimenta, en cada centuria, ¿también en cada milenio?, se preguntaba, en cada invierno sentada en su jardín leyendo el periódico y repitiendo, a la misma hora, las mismas palabras. 

jueves, 22 de octubre de 2015

¿No lo entiendes?

«Cuatro paredes»

Observa mis carnes: ya empiezan a calcinarse en la hornilla.

¿Qué pasa?
¿Qué es lo que tenemos?

La hoja del centro también está arrugada, ¿acaso no lo notas?, ¡ya todas las hojas lo están!, ¿por qué no lo notas?

viernes, 16 de octubre de 2015

Sonrisa

«Confesión>»

Lima, tres de diciembre del dos mil trece

Se esfumó muy rápido octubre y noviembre, diciembre llegó con recuerdos de sus antepasados. Cada vez que recuerdo cómo es que sufría por ti, sonrío. Es una de aquellas sonrisas piadosas que embellecen la cara. Sufría por ti como todo niño llora al no poseer el dulce que quiere. 

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