martes, 17 de febrero de 2015

Treinta y un universos para sonreír

«Cuatro paredes»

Las manos del frente querían demostrarnos que nosotros somos uno. 

Todo inició con el juego de volar sobre el gran árbol que se bifurca en los dos. Tu mirada se mantuvo en mí como lo hace la espada, ahora, en el lomo; como lo hace, ahora, el corazón en esta cavidad de carnes que respiran por sí solas desde que te albergas en ellas. Tu sonrisa, inmóvil, ascendía sola de mis pies a mi cara para penetrar y llenar mis vacíos. Tu mirada es mis manos con que palpo el mundo. 

Treinta y un universos para sonreír.

Tus manos que circundan mi pecho. Tu piel que inunda mis sentidos de firmeza para avanzar. Tus labios que vacían de soledad a mis ojos. Tú.

Las caricias de tu corazón al mío acentúan al niño que recorre mis habitaciones profundas jugando a vivir, y acrecientan cada línea curva de mi existencia innovando con más matices rojiblancos, impulsan a que mis ojos crezcan con el solo propósito de ser tuyos. Todo en mí se transforma a tu imagen: mi ser, y este cuerpo que responde a cada dificultad real, intenta que estés cerca. 

Treinta y un universos para sonreír. 

Tus cabellos que guardan envidiosos tu esencia. Tú por poseerte en cada rincón mortal de tu cuerpo y regalarme el aroma que recoge tu existencia. Tú. 

El gran árbol es testigo de nuestra unión frontal, de nuestros miedos y valentías, de nuestras miradas unidas en un camino que nos sigue llevando hacia algún recoveco que esconde el mar solo para que nosotros, así, unidos, lo encontremos. 

Le arrancaré al gran árbol una raíz para guardarla en mi pecho, junto a estas carnes que tratan de imitarte, y haré que crezca otro gran árbol para guardar en él mi memoria que lleva omnipotente tu esencia; le adicionaré un balcón y haré de él nuestra mirada al mundo. Te enamorarás de mis acciones y olvidarás que somos reales.

Treinta y un universos para sonreír. 

Tú bebiendo la pureza terrenal, gozando del tiempo, agitando los rimbombantes mundos que te conectan a la realidad. Tú reafirmando la rebeldía que, pomposa y negra, esclaviza al indómito ser que observa callado la magnanimidad de tu esbeltez. Tú.

Y tu rostro, ¡ah!, tu rostro. Albergas en tu rostro los mágicos y exuberantes paisajes de la imaginación más libérrima; albergas, entre cada mejilla, el elixir de lo que ya no existe: tu rostro escondió para sí lo extinto del mundo, lo más bello y apreciado. Yo quisiera vivir en tu rostro y crear en él mi vida. Transfigurar tus ojos en mis habitaciones para soñar, poseer tus labios y absorber la vida misma, raptar tus orificios de existencia para seguir avanzando hacia ti sin perderme. Cómo quisiera que tu rostro no dejase de sonreír al mirarme. 

Treinta y un universos para sonreír. 

Es tu caminar mi paraíso. Tu baile magnetiza mis brazos a tu cuerpo cálido, llaman a que te abrace sin algún recuerdo de un pasado agrio. Tú. 

Mi existencia revolotea cuando te observan estos ojos que dejaron de ser pesados cuando sus órbitas se iluminaron al aprender a vivir obedeciéndote. Mi caminar viró. Mi oráculo lleva tu nombre impregnado en la cima. Mi mundo se tiñó de un multicolor profundizado por rojos y azules: sé que tus manos tocarán mi pecho mientras avanzan hacia el propio corazón que ahora se proclama tuyo, sé que seguirán avanzando al mismo instante en que te inmortalizo en mi mente y cuerpo completos. 

Sé que nuestras manos se llaman, sé que nosotros somos uno, sé que eres diferente a cualquier ser, de cima a sima: sé que nuestra sangre avanza, de a pocos, de un cuerpo hacia el otro para conectarnos no solo en esencia, también en idealismo, canción, agua y carne. Ahora soy yo el que debe aprender de ti. 


Treinta y un universos para sonreír.


Tu sonrisa que cautiva hasta al invidente que proclama ser ya tu caballero idílico. Tu delicadeza que complementa la mezcla perfecta que llevas dentro. Tú.

No dudes que estaré aquí, esperando junto al gran árbol que es nuestra esperanza y alegría. No dudes que estaré a la medianoche esperando el sonido musical de tu voz. No dudes que soy el mismo en cada verso.

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Agradeceré su critica, todos aprendemos en el camino.