lunes, 11 de enero de 2016

Setecientos años

«Cuento corto»

El periódico estaba en la mesa, se podían observar en algunas de sus hojas gotas de sudor del café que lo acompañaba, humeando y aromatizando el jardín, lo levantó y comenzó a leer algunos títulos y subtítulos, ¡cuánto tiempo ha pasado!, pensaba, sí, pasaron largos años, diez apenas eran un pestañeo; cien, un suspiro; setecientos, una lágrima. La imagen que acompañaba al primer título era escalofriante, es un decir, claro: muerte, asesinato, sangre, deliciosa y sucia sangre. Lo mismo de siempre, murmuraban sus labios mientras observaba la siguiente imagen, siempre lo mismo en estos malditos años. En sus ojos se podía nadar en aguas de cansancio, de dolor, de soledad, de muerte. Sus lágrimas, por el tiempo, terminaron esfumándose al instante mismo en que rosaban su piel canela y tercia, siempre tercia. Sus mejillas también denotaban cansancio, pero no años, no, en ella jamás los años que cargaba, y para comprobarlo solo debemos voltear y observar las fotografías que tiene, algunas en escalas de grises, junto a sus antiguos esposos: era la misma en cada fotografía, en cada vestimenta, en cada centuria, ¿también en cada milenio?, se preguntaba, en cada invierno sentada en su jardín leyendo el periódico y repitiendo, a la misma hora, las mismas palabras.