jueves, 8 de mayo de 2014

Luto amarillo

<<Confesión>>

<<El día que la mierda tenga algún valor, los pobres nacerán sin culo>>
Gabriel García Márquez

Me levanté cerca de las 8 de la mañana. El sol brillaba desde lo alto. Todo, a través de mi ventana, se distinguía entre mil formas de un amarillo cambiante. 

Mi padre estaba al lado izquierdo de la mesa, yo en el centro y mi mamá a la derecha, solo éramos tres individuos a la espera de las reglas sociales que siempre aceptamos. Después de recoger el periódico del día que descansaba debajo de la puerta principal, mi padre me miró. Sus labios firmes y cansados se movieron en una combinación apaciguadora: falleció Gabriel García Márquez.

Levanté la tasa que tenía en frente, bebí café sin azúcar, sentí lo amargo de la vida cuando se sabe que hace falta algo. Mi padre, como todos, recordó la nublada discordia entre Vargas Llosa y García Márquez, yo solo asentía con la cabeza. Cuando volteé y observé la ventana más próxima, me percaté que su marco brillaba, el fondo era amarillo, el sol era radiante, desde lo bajo entre cerré los ojos y solo pude mirar un círculo inalcanzable. Volví mi cara hacia la mesa circular, mi padre seguía conversando con mi mamá acerca del pleito de estos dos grandes escritores. Dejé la tasa en su lugar, mi boca ardía.

El titular del periódico era el siguiente: "Falleció Gabriel García Márquez, el Gabo. El mundo entero de luto amarillo". Sonreí, discretamente, como cómplice de un escritor que ahora utilizará el cielo como inspiración divina. En la página central aparecía de blanco, en una foto de 1982.

Lo común es que al fallecer una persona, los demás individuos suelen recordar solo sus maravillas, sus virtudes que en suma se convierten en una perfecta combinación. Esta no fue una excepción: colaboré con lo establecido. No conocí al Gabo en persona, pero sí lo hice a través de su literatura, de sus pensamientos que bien pudieron transformar su imagen idealizada en algo no mortal. (Quizá esto es lo que me hace olvidar, a veces, que todos somos humanos, que tenemos instintos, sentimientos y pensamientos). 

Gabriel García Márquez, más que un escritor, fue un soñador incansable, un hombre que supo materializar sus sueños, un individuo que aceptó su ficción y la transformó en realidad, un hombre racional que jamás olvidó que nosotros sentimos y que lo hacemos en múltiples formas. Una persona humana -y de esto estoy seguro- que en cada palabra siempre escondía algo personal, como quien mira frontalmente un espejo.

Sé que su otoño traerá cien años de hojarascas amarillentas… 

Lima, 18 de abril de 2014.

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