sábado, 27 de febrero de 2016

Cuando te obnubilas

«Cuento corto»

Y entonces te preguntas qué fue lo que pasó, qué mierda pasó, en qué momento jodiste tu vida. Y, ah, piensas, recuerdas, sí, fue ahí. Calmado, descansado, sosegado, sí, fue ahí. Volteas -piensas, pero en realidad no es así- y observas tu pasado: ese camino, esa caricia, ese beso, ese gesto, esa palabra, ese adiós. Fin, piensas, se acabó ahí. Pero no, no lo puedes aceptar, no pudo acabar ahí, entonces, ¿cuándo?, ¿cómo?, ¿por qué? En realidad lo sabes, sí, lo sabes, pero bloqueas ese razonamiento porque te aterra llegar a la conclusión, te aterra pensar que, previsiblemente, tú tuviste la culpa. 

Ahora quieres alejarte pero no lo logras: encuentras esa esquina que hace que regreses, que retrocedas y digas, ¡ah, maldición!, te quiero olvidar, sí, lo quiero hacer, pero no lo haces, y piensas ¿por qué?, ¿acaso tengo la culpa? 

Y encuentras en ese retroceso todo. Las caras, las caricias, las palabras, los momentos, las manos, el aroma, sus gestos. En ese instante es en el que crees que tú, sí, yo yo yo tengo la culpa, ¡mierda!, pero, ¿en realidad la tienes? No lo sé, no soy quién para decírtelo. No soy dios, ¿eres creyente? 

Te jodiste. Sí. Te jodiste te jodiste te jodiste, ¡mierda!, y te observas en el espejo, ¿esa cagada soy yo? Lo eres. Tus manos en tu cara, cada espacio es aplastado por tus dedos, el índice recorre los pequeños agujeros que solo tú puedes detectar; tus ojos callan y tu boca se abre sin decir palabra pero tu mente explota, ¡esa mierda soy! Volteas, cierras los ojos y regresas, me jodí me jodí me jodí pero ¿cuándo? No lo sé, yo no lo sé, y así lo supiera no podría decírtelo, no puedo ser egoísta y arrebatarte ese placer que te da la vida: la duda. Pero sí lo sabes, de verdad, lo sabes, lo que pasa es que te obnubilas para no saber quién eres en la realidad real, solo te gusta ver el reflejo de tus creencias pero no la realidad que llevas, no la que otros te presentan. 

Y escribes. Y cantas. Y esquivas. Y duermes. Y caminas. Y escribes. Y... ¡Ah!, me aburrí de escribir tu historia, deberías -de una puta vez- escribirla tú.

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